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El cuarto estaba a media luz, con una bruma formada por el calor, el sudor y el ocre aroma a sexo recién terminado. Gargantas peleando por jalar aire y el roce con las sábanas de dos cuerpos que extinguieron su deseo, hacían eco en las cuatro paredes estrechas del hotel.
-¿Te gustó?- preguntó él apenas normalizó su respiración.
-Siempre preguntas lo mismo- respondió ella con una sonrisa.
-Me gusta saberlo.
Ella perdió su mirada en el otro lado de la habitación sin responder. Tras un tiempo, él colocó su mano sobre el vientre suave y, acariciando, trató de recuperar esas pupilas fugitivas.
-¿Entonces…?
Ella sonrió, volteó a verlo y coquetamente dijo: -Sí, me gustó. Como siempre. Ahora, anda, enciéndeme uno.
Él saltó de la cama y buscó el par de puros importados que sólo solía fumar después de coger. ¿Cómo decirle que eso era todo lo que ella había esperado toda la noche?
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