viernes, enero 07, 2011

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Lo primero fue mi brazo izquierdo. En realidad no lo usaba mucho, así que no sentí mucho su pérdida y el dinero cayó bien. Después fue mi pelo, mis glúteos y las pantorrillas. Me costaba caminar un poco, pero era necesario. Siempre era necesario. Con algo se tenía que comer, pagar la renta, los gastos, las salidas, los regalos.

Después di un paso adelante. Los músculos y miembros no eran tan bien pagados como las entrañas. No quería hacerlo; eran mis tripas. Pero ella insistió que era necesario, que todos teníamos que hacer sacrificios, así que me decidí. Empecé por el bazo, después fue el apéndice y un riñón. Iba dejando partes de mí a cambio de una cena, un viaje o la reparación del auto.

Siempre había algo, se quería algo. Me fui abandonando por episodios, sin extrañarme hasta que me eché de menos. Llegué a verme con el ojo que me quedaba y me di cuenta que ya no tenía mucho más que dar; miembros, vísceras, recuerdos, todo tenía un precio. Trozo a trozo me quedé vació, desnudo, incompleto hasta que sólo me quedó la voz.

¿Hay quien me la compre? Es una buena voz. Ya no tan segura ni potente, pero es una voz honesta. ¿Queda alguien que se interese? La vendo barata…
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