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Las monjas parecen serias, absortas, enojadas. Lo que nadie sabe, es que debajo de sus faldas, como parte casi de su atuendo, se esconden una docena de diablillos que arañan sus pantorrillas, golpean sus muslos, muerden sus nalgas, jalan sus vellos púbicos, pellizcan sus vaginas.
Debajo de cada hábito, todas las monjas llevan su penitencia y su placer.
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3 comentarios:
¡Al fin!
Ya se acabaron las cinco mentiras sobre las monjitas. Ojalá no haya ofendido a alguna (sino a todas).
No prometo seguir escribiendo seguido, porque con la chamba ahora se vuelve difícil. Igual, gracias por seguir leyendo y espero sus comentarios.
Suerte y hasta pronto.
Francisco Espinosa.
¡has acabado, amor! muchas, muchas felicidades. Este pequeño cuento, al final, ha sido mi favorito, en pocas palabras logras una imagen poderosa, fuerte, arrebatadora.
¡Sigue escribiendo, amor! y espero que la chamba te de tiempo para contarnos más mentiras.....
Te amo!!!
las monjas están salidas..
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