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Lo conoció en una fiesta. Él se le acercó y le comenzó a hacer plática. Sin darse cuenta, en poco tiempo, ya le había dicho su nombre, su edad (la de a de veras), su cel, quién la había invitado a la fiesta y a quienes no soportaba ver de los presentes y tanto se entretenía en criticar.
Él hacía una pequeña pregunta y ella le respondía cinco de un golpe. Se sentía intrigada por ese extraño y la confianza que le daba. Ella comenzó a tocarle el brazo, a pegarse a él, a hablarle cerca esperando que la besara. Él sólo le dijo “¿Vamos a un hotel a seguir platicando?”. Ella se sonrojó como nunca y sonreía como si su cara se fuera a partir a la mitad. Aceptó.
En el cuarto, en la cama, ella se desnudó completamente. Le contó de aquel beso furtivo que le había robado a su mejor amiga en la primaria. Le habló del abuelo con olor a ciruelas, vainilla y orines que le contaba de hadas naciendo en las orquídeas. Le contó del dulce calor de su madre cuando le abrazaba.
La encontraron al día siguiente cuando fueron a reclamar la habitación. Estaba ida, dispersa, sin capacidad alguna para enfocarse en una idea. No recordaba su nombre, su edad, su procedencia. Apenas sabía español. Del hombre que entró con ella al motel nunca se supo nada más.
Por eso te pido que te cuides. Que nunca hables con extraños ni les cuentes nada. No sabes lo que quieren de ti ni lo que pueden hacerte. Si de verdad te gusta un chico, asegúrate de que cuando hables no deje de verte las tetas y sólo quiera cogerte.
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1 comentario:
Fascinante...
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