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Había llegado el momento de irse. Echó un largo vistazo al lugar que hasta entonces había sido su casa. Cerró los ojos y lanzó un suspiro. Le dio un beso a su madre y la comenzó a doblar. Primero en dos, después en cuatro, hasta hacerla lo suficientemente pequeña para que cupiera en su maleta. Después dobló su casa. Guardó todo y se fue a emprender su nueva vida sin tener nunca que decir adiós.
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