martes, mayo 19, 2009

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Sin saber por qué, de golpe, los recuerdos de más de 40 años de lucha me asaltan la cabeza: los tiempos pasados que son mis tiempos, los amigos que se dejaron atrás, las memorias cosidas a golpes y gritos, la sangre limpiada en las madrugadas, los compañeros desaparecidos cuál fantasmas, los gritos de los capturados que se podían escuchar desde lejos, las miradas marcadas y espeluznantes de los pocos que regresaban, la tristeza por los que nunca volvieron y oficialmente no existieron nunca pero no se olvidan, las traiciones inesperadas, los vendidos esperados, los ideales pisoteados por la historia, los símbolos y consignas convertidos en mercadotecnia, una justicia que se mantiene prisionera y no llega para nosotros, los pasos arrastrados por no haberse dejado llegar al precio, los moretones en el corazón cansado y el desencanto que tantas veces parece ir ganando la batalla. Me detengo y derramo una lágrima para alimentar el asfalto de esta ciudad sitiada, tan mía y tan extraña, y me preparo para seguir peleando hasta que el siguiente ataque de nostalgia haga salir otra lágrima, como únicos homenajes a tantas derrotas.
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es sorprendente como el oficio te permite bañarte en sangre que no te corresponde, en nostalgias nunca dolidas y vivencias no ocurridas....

RG Llarena dijo...

¡Hasta la victoria siempre!