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Como diariamente, me acerco al wi-park sosteniendo el hilo que ata al globo lleno de helio. Apenas me hallo cerca de los niños y suelto la esfera- a veces roja como anuncio de Coca-Cola, otras amarilla como logo de McDonald’s- que se eleva por los aires y espero una reacción. Nunca hay ninguna. Los pequeños ríen bobamente, inmersos en sus juegos virtuales que los conectan a un mundo irreal, a una infinidad de juegos y aparatos imposibles a los que acceden gracias a sus visores y electrodos, con los que se conectan a la red del parque. Sólo una vez pasó algo distinto; de algún rincón de la sobria explanada pública, quizá saliendo de alguna alcantarilla, una nena sucia y flacucha, sin conexiones en el cráneo, surgió con su mirada fija en el brillante balón que se separaba del piso. La niña corrió como posesa, dando brincos y gritos buscando con su entusiasmo volar tan alto como su objetivo. De pronto, surgieron guardias cubiertos de pies a cabeza y tomaron a la niña ante la indiferencia de todos y la arrastraron, con dificultad, pues ella seguía en su empeño de levitar, hasta un vehículo que decía “Unidad de reciclaje”. La metieron a empujones y cerraron la puerta. Desde entonces no he vuelto a ver a esa pequeña. Y tampoco nadie ha vuelto a ver mis globos.
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3 comentarios:
Pinta buena cosecha de cuentos esta semana.
R-
Maravillosa forma de comenzr tu semana. Cuando coqueteas con la ciencia ficción me llevas a lugares que me gusta visitar... incluso cuando el horizonte es triste, triste, triste...
awww.. linda historia!
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