jueves, julio 09, 2009

34

.

Estaba prisionera. No sabía ya cuánto tiempo llevaba sin poder salir de su recámara, sin ver a nadie y hablando sólo con ella misma. Un día, cuando despertó, no tenía ojos. Otra ocasión, un ejército de hormigas hacía su reino en su cerebro. Después, sus pies eran patas de flamingo que no pudo controlar. Cada vez era algo diferente; su cuerpo cambiaba y se ajustaba caprichosamente a otras formas, a otras voluntades. Hasta que llegaba la noche y poco a poco todo volvía a ser normal y se le permitía descansar. Mientras dormía, a su alrededor, se reunía un grupo de amigos imaginarios para decidir cómo impedir, por un día más, que creciera y se olvidara de ellos.
.

miércoles, julio 08, 2009

33

.

Cuando era niña no le costaba dormir con la luz apagada. No le tenía miedo a la oscuridad. Así le llegaba la noche y se acostaba sin pretextos ni sobresaltos hasta que le llegaba el sueño, rápido, pesado. Pero una mañana despertó en un lugar distinto a su cuarto. Un mundo estridente, absurdo, lleno de ruidos y criaturas bizarras que la perseguían y molestaban, que arañaban su piel y le susurraban pesadillas que se sentían como golpes en la cabeza. Vagó por meses buscando un camino a casa. Con paso tembloroso, inquieto, inseguro, al fin vislumbró una puerta y escapó de sus demonios. Ahora, de vuelta en su hogar, rodeada por sus seres queridos que la arropan, la cuidan y le repiten que todo va a estar bien, ninguno logra entender por qué no logra dormir tranquila, por qué sigue asustada, por qué mira con atención a los rincones. Y es que ahora, esa mujer pasa las noches escudriñando la oscuridad, porque ahora ya sabe qué pudo haber cruzado desde el otro lado con ella.
.