jueves, julio 09, 2009

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Estaba prisionera. No sabía ya cuánto tiempo llevaba sin poder salir de su recámara, sin ver a nadie y hablando sólo con ella misma. Un día, cuando despertó, no tenía ojos. Otra ocasión, un ejército de hormigas hacía su reino en su cerebro. Después, sus pies eran patas de flamingo que no pudo controlar. Cada vez era algo diferente; su cuerpo cambiaba y se ajustaba caprichosamente a otras formas, a otras voluntades. Hasta que llegaba la noche y poco a poco todo volvía a ser normal y se le permitía descansar. Mientras dormía, a su alrededor, se reunía un grupo de amigos imaginarios para decidir cómo impedir, por un día más, que creciera y se olvidara de ellos.
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4 comentarios:

Karla dijo...

Lo malo de Neverland es que, al cabo de un rato no tan largo, a los niños les salen orejotas de burro. No obstante, pese a los rebuznos y las patas de flamingo, me hubiera gustado seguir perdida. Sin oficina.

Anónimo dijo...

R-

Anónimo dijo...

R-

Karla dijo...

¿Y qué? ¿Cuándo actualizas?