lunes, octubre 14, 2013

91.

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Parecía que siempre se estaba despidiendo. Incluso sus holas tenían un aire a adiós. Estaba en su mirada que se posaba más allá del acá en que todos vivían, estaba en sus frases que inequívocamente terminaban como si quedara un pero colgando de su lengua, estaba en sus pies que todo el tiempo parecían encaminarse a la salida.

Siempre se despedía, de todo y de todos. Por eso todo y todos le decían adiós, hasta nunca, ojalá no vuelvas, en cuanto lo veían llegar. Y en ese ir por la vida despidiéndose, un día se despidió de sí mismo y nunca se volvió a ver.
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