.
Suena el teléfono…
- ¿Bueno?
- Hola, ‘pá…
- Ah, eres tú. ¿Cómo estás?
- Bien, ‘pá. Bien. Festejando con unos amigos… ¿Y tú?
- ¿Y qué festejas tú? Ya es tarde…
- Nada, ‘pá, bueno, sí, un poco. Es que me ascendieron en el trabajo y los compañeros, ya sabes, querían invitarme un trago.
- ¿Te ascendieron? ¿Y cuánto te aumentaron?
- No, bueno… no me dieron un aumento, en realidad. Es un… o sea… es un mejor puesto y, si en 3 meses ven que puedo con el puesto, entonces me ajustarán el sueldo…
- ¡”Te ajustarán el sueldo”! Te están viendo la cara, hijo, no seas tonto. Si te están dando el puesto, lo normal es que te den el sueldo.
- No, ‘pá, no… así no es acá. No entiendes cómo…
- Sí, hombre, sí. Ándale, que te sigan robando.
Silencio.
- ¿Y tú, qué haces, ‘pá?
- Estaba por irme a dormir.
- Ah…
- Ya es tarde.
- Yo sé, yo sé…
- Apenas me acabe esta cerveza ya me voy a dormir.
- ¿Sigues bebiendo, ‘pá?
- ¿Cómo que si sigo bebiendo? No estoy borracho, eh. Sólo es una cerveza para poder dormir y ya.
- Papá, el médico te dijo que no deberías tomar nada de alcohol; te hace daño…
- El pinche doctor qué va a saber. Es sólo una cerveza…
- No, ‘pá, no es que sea una ni muchas, es que…
- Bueno, ¿qué? ¿Me vas a regañar o qué? Ahora resulta que tú me vas a decir qué hacer.
- Tienes que cuidarte, ‘pá. Acuérdate que mi mamá…
- Tu mamá no está.
- Ya sé. Por eso. Acuérdate…
- ¡Nada! ¡Tu mamá no está! ¡Ya no está!
- Bueno, ¿y de quién es la pinche culpa, eh?
- ¡Ah! ¡Ahora es mi culpa!
- Bueno, no… la cosa es…
- La cosa es que tu mamá ya no está aquí. ¿Es mi culpa? Dímelo… ¿Es mi culpa?
- ¡No! No sé… No… Pero tienes que cuidarte, ‘pá. Acuérdate que le prometiste…
- Ya, ya, ya. Es sólo una puta cerveza. Ya. Y además es light y sabe a meados.
Otro silencio.
- ¿Y cómo está tu familia? ¿Tu mujer?
- Bien. Bien. Creo que bien…
- Ya es muy tarde. Seguro tu mujer está preocupada…
- Sí… no, no creo, la verdad.
- ¿Cómo no? Tú de borrachote y ella preguntándose donde estás.
- Papá, ella no… no…
- Al menos ya le hablaste, ¿no? No eres tan pinche desobligado.
- Je… claro. Como tú hablabas a casa cuando te ibas con mis tíos, ¿no?
- No es lo mismo. Ustedes sabían que estaba con la familia, que estaba bien, que sabía cuidarme solo.
- ¿Y yo no? ¿Es lo que dices?
- Pues no. Y se nota. Todavía actúas como un niño chiquito que no sabe cuidar a su familia.
- Mi familia… Papá, ellos…
- Ellos están preocupados por ti. Ya vete a casa, hijo. Duerme la mona y luego hablamos.
- Ok, ok…
De nuevo silencio.
- ‘Pá…
- ¿Qué pasó?
Más silencio.
- ¿Estás bien?
- Sí, sí…
- ¿Necesitas dinero?
- No, ‘pá, no… sólo…
- ¿Qué?
- Buenas noches, ‘pá.
- Buenas noches, hijo. Y oye…
- Dime.
- Cuídate, por favor.
- Sí. Adiós.
Un lado de la línea cuelga el teléfono. Del otro, un aliento con aroma a alcohol se estrella con el auricular esperando algo que no va a pasar. Después de unos segundos, también cuelga.
.
-
No hay comentarios:
Publicar un comentario