viernes, agosto 09, 2013

84.

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Suena el teléfono…

- ¿Bueno?

- Hola, ‘pá…

- Ah, eres tú. ¿Cómo estás?

- Bien, ‘pá. Bien. Festejando con unos amigos… ¿Y tú?

- ¿Y qué festejas tú? Ya es tarde…

- Nada, ‘pá, bueno, sí, un poco. Es que me ascendieron en el trabajo y los compañeros, ya sabes, querían invitarme un trago.

- ¿Te ascendieron? ¿Y cuánto te aumentaron?

- No, bueno… no me dieron un aumento, en realidad. Es un… o sea… es un mejor puesto y, si en 3 meses ven que puedo con el puesto, entonces me ajustarán el sueldo…

- ¡”Te ajustarán el sueldo”! Te están viendo la cara, hijo, no seas tonto. Si te están dando el puesto, lo normal es que te den el sueldo.

- No, ‘pá, no… así no es acá. No entiendes cómo…

- Sí, hombre, sí. Ándale, que te sigan robando.

Silencio.

- ¿Y tú, qué haces, ‘pá?

- Estaba por irme a dormir.

- Ah…

- Ya es tarde.

- Yo sé, yo sé…

- Apenas me acabe esta cerveza ya me voy a dormir.

- ¿Sigues bebiendo, ‘pá?

- ¿Cómo que si sigo bebiendo? No estoy borracho, eh. Sólo es una cerveza para poder dormir y ya.

- Papá, el médico te dijo que no deberías tomar nada de alcohol; te hace daño…

- El pinche doctor qué va a saber. Es sólo una cerveza…

- No, ‘pá, no es que sea una ni muchas, es que…

- Bueno, ¿qué? ¿Me vas a regañar o qué? Ahora resulta que tú me vas a decir qué hacer.

- Tienes que cuidarte, ‘pá. Acuérdate que mi mamá…

- Tu mamá no está.

- Ya sé. Por eso. Acuérdate…

- ¡Nada! ¡Tu mamá no está! ¡Ya no está!

- Bueno, ¿y de quién es la pinche culpa, eh?

- ¡Ah! ¡Ahora es mi culpa!

- Bueno, no… la cosa es…

- La cosa es que tu mamá ya no está aquí. ¿Es mi culpa? Dímelo… ¿Es mi culpa?

- ¡No! No sé… No… Pero tienes que cuidarte, ‘pá. Acuérdate que le prometiste…

- Ya, ya, ya. Es sólo una puta cerveza. Ya. Y además es light y sabe a meados.

Otro silencio.

- ¿Y cómo está tu familia? ¿Tu mujer?

- Bien. Bien. Creo que bien…

- Ya es muy tarde. Seguro tu mujer está preocupada…

- Sí… no, no creo, la verdad.

- ¿Cómo no? Tú de borrachote y ella preguntándose donde estás.

- Papá, ella no… no…

- Al menos ya le hablaste, ¿no? No eres tan pinche desobligado.

- Je… claro. Como tú hablabas a casa cuando te ibas con mis tíos, ¿no?

- No es lo mismo. Ustedes sabían que estaba con la familia, que estaba bien, que sabía cuidarme solo.

- ¿Y yo no? ¿Es lo que dices?

- Pues no. Y se nota. Todavía actúas como un niño chiquito que no sabe cuidar a su familia.

- Mi familia… Papá, ellos…

- Ellos están preocupados por ti. Ya vete a casa, hijo. Duerme la mona y luego hablamos.

- Ok, ok…

De nuevo silencio.

- ‘Pá…

- ¿Qué pasó?

Más silencio.

- ¿Estás bien?

- Sí, sí…

- ¿Necesitas dinero?

- No, ‘pá, no… sólo…

- ¿Qué?

- Buenas noches, ‘pá.

- Buenas noches, hijo. Y oye…

- Dime.

- Cuídate, por favor.

- Sí. Adiós.

Un lado de la línea cuelga el teléfono. Del otro, un aliento con aroma a alcohol se estrella con el auricular esperando algo que no va a pasar. Después de unos segundos, también cuelga.
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