miércoles, mayo 13, 2009

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El cuarto estaba a media luz, con una bruma formada por el calor, el sudor y el ocre aroma a sexo recién terminado. Gargantas peleando por jalar aire y el roce con las sábanas de dos cuerpos que extinguieron su deseo, hacían eco en las cuatro paredes estrechas del hotel.

-¿Te gustó?- preguntó él apenas normalizó su respiración.

-Siempre preguntas lo mismo- respondió ella con una sonrisa.

-Me gusta saberlo.

Ella perdió su mirada en el otro lado de la habitación sin responder. Tras un tiempo, él colocó su mano sobre el vientre suave y, acariciando, trató de recuperar esas pupilas fugitivas.

-¿Entonces…?

Ella sonrió, volteó a verlo y coquetamente dijo: -Sí, me gustó. Como siempre. Ahora, anda, enciéndeme uno.

Él saltó de la cama y buscó el par de puros importados que sólo solía fumar después de coger. ¿Cómo decirle que eso era todo lo que ella había esperado toda la noche?

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Te diré que me pasó, pero no sabrás con quién... si es mentira o verdad, no lo dire.

Espero tu siguiente historia.

Alba

Maya dijo...

Las historias de hotel siempre me han intrigado, los secretos que no develan las paredes de un hotel de paso...

¡vamos, más, más historias!

Martín Fragoso dijo...

Hola. A mí no me importa que me mientan. Es más: ¡quiero que me mientan! Si no puedo escuchar lo que quiero más que con mentiras, ¡pues venga! Pero que lo hagan bien.

Me gustaría que me dijeran: ¡¡¡siento un orgasmo cada vez que me lees una de tus historias!!!, ¡¡mi cuerpo se humedece con tus cuentos, con tus relatos!!

Y si no puedo escuchar esas palabras más que con mentiras, ¡pues no me importa! Pero -nuevamente lo digo- que mientan bien.

Saludos y mucha suerte con tu nuevo blog :-)