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“Hora del deceso…” y dejó de escuchar. Tanto tiempo con ella, con su aliento en su espalda, con su presencia, con sus pasos junto a los suyos. Había sido parte de él toda su vida. Le tomó un momento entenderlo, asimilar la pérdida… y darse la vuelta para salir corriendo, gritando, bailando, cantando y dejar tras de si a su mala suerte en la plancha de ese hospital.
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1 comentario:
Qué gacho que haya que estar muerto para perder de vista a la mala suerte... bueno, al menos queda esa última esperanza.
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