miércoles, junio 03, 2009

18

.

Había una vez en algún lugar del infinito espacio una raza sabía, inteligente, justa y honesta. Basaron toda su existencia bajo esos cuatro conceptos y nunca sufrieron de grandes conflictos y coexistían en paz perfecta. Eran la imagen misma de la calma y sus sentidos habían trascendido el vulgar lenguaje oral y se transmitían las ideas de mente a mente, sin ocultarse ni atacarse. Más todo tiene un fin y vino el día en que su majestuosa civilización estaba condenada a desaparecer y decidieron que sería una pena que su sabiduría se perdiera en el vacío. Así pues, organizaron a todos los habitantes de su mundo para concentrarse y transmitir, como una sola mente, los cuatro preceptos que guían a la paz y felicidad. Se formaron en cuatro grupos, uno por continente, y cada uno se concentraría en uno de los principios y sus características, que unido a los demás resultaba en la fórmula de la prosperidad. Miles de millones de mentes pensaron y se armonizaron por semanas enteras, y cuando su mundo por fin murió, las mentes lanzaron un grito cósmico destinado a intelectos sensibles similares que pudieran entenderlos.

El bramido psíquico vagó por distancias majestuosas sin encontrar destinatario. Millones de años recorrió el frío del espacio y, poco a poco, los cuatro conceptos se fueron separando. Al fin, a la orilla de una galaxia joven todavía, en el tercer planeta de un sistema solar amarillo, el mensaje de esa anciana cultura encontró donde depositarse. Una raza apenas emergente en el salvaje ambiente planetario y con el potencial para evolucionar como aquellas pacíficas entidades absorbió los cuatro mensajes. Un grupo de esas criaturas recibió, de pronto, mientras recorría la tierra árida en busca de alimento, la señal de la Justicia. Otro atajo de seres heredó la noción de la Verdad, justo cuando escuchaban al anciano de su tribu contarles alguna cacería. En otro lugar del mundo, una horda más captó la idea del Conocimiento cuando la lluvia azotaba sus tierras. Por último, una muchedumbre observaba una planicie desde lo alto de una montaña cuando la urgencia de la Curiosidad entró en ellos.

Con el tiempo, los Justos se volvieron soberbios y prejuiciosos, pues creían que poseían el don divino de la justicia a su mando y pasaron su historia juzgando y sometiendo a los diferentes. Los Honestos adoptaron su historia como realidad absoluta, creyendo que únicamente su punto de vista era el verídico y sólo el suyo el camino a la verdad. Los Inteligentes, con su deseo de poseer las respuestas, pusieron nombres a los objetos y los dotaron de poderes mágicos que permitían que su mundo tuviera sentido, y nada podía contrarrestar sus increíbles conocimientos de todas las cosas. Y los Sabios, caminaron por el mundo en un afán de descubrirlo todo, de poseerlo, de cuantificarlo y tomarlo, destruyendo, conquistando, haciendo todo parte de su inagotable curiosidad.

Así pasaron los siglos, sin que los cuatro conceptos volvieran a unirse, con la paz que vio morir a un mundo manteniendo vivo y siempre en movimiento a otro, que no ha dejado de ser salvaje.
.

3 comentarios:

Blackpaco dijo...

Me volvió a suceder; cuartilla y media. De verdad lo siento. Espero me vuelvan a perdonar y en serio haré lo posible por ser breve el resto de la semana. Lo siento, lo siento, lo siento.

Francisco.

Karla dijo...

Por ahí se huele El fin de la infancia de Arthur C. Clarke...

P.D.
¿Por qué debe acabar todo en destrucción? ¿Será ése el único final posible?

Anónimo dijo...

R-