martes, febrero 02, 2010

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Había una base de datos que alcanzaba ya niveles míticos en las comunidades más exclusivas de hackers en la red. Nadie sabía qué era ni los secretos que tan celosamente guardaba, pero todos querían entrar en ella. Su descubrimiento, seguramente fortuito, ya no era recordado y todo lo relacionado con ella alcanzaba notas de leyenda. Un disco duro resguardado por una seguridad única; ninguna pared de fuego o hielo alcanzaban los niveles de complejidad de lo que esa unidad poseía. Piratas del cyberespacio presumían sus logros y amenazaban con derrotar las defensas de tan misterioso objetivo, sólo para terminar con interfaces craneales quemadas, fallas en el sistema nervioso que los dejaban con miembros inutilizados o con reflejos violentos e involuntarios. Los que más se arriesgaron en la empresa terminaban, según se decía, locos de remate, babeando y gritando incoherencias en lenguaje binario. La terminal no pertenecía a ninguno de los grandes emporios comerciales y menos era gubernamental (sus presupuestos rara vez alcanzaban para uno o dos resguardos). Lo que había dentro de esa base de datos era el santo grial del mundo virtual.

Lo que nadie sabía es que cada noche, en un pequeño departamento, un hombre común y corriente conectaba su cerebro a su ordenador, conectado a la red mundial, y descargaba sus sueños en el disco duro para tenerlos de respaldo.
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1 comentario:

Maya dijo...

Me encanta!!! Me gusta ver como vas retomando las palabras, como vas dándoles forma , moldéandolas a tu gusto, como te vas dejando guiar por ellas. El final es precioso. Sigue amor, sigue.