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Cuando ellos llegaron, todos caímos rendidos ante ellos. Eran hermosos, sublimes, perfectos. Nunca supimos con claridad si provenían de las estrellas, del futuro, de otra dimensión. Sólo llegaron y creímos que cambiarían nuestras vidas para siempre con su tecnología y conocimientos. Eran impolutos desde su creación, seres hechos bajo diseño: Ingeniería genética y programación neural. Nada se comparaba con su magnificencia. Por supuesto les abrimos las puertas y llenaron al mundo de su presencia divina.
Hasta que nos aburrimos.
Con el tiempo sólo fueron parte del paisaje. Su tecnología resultó demasiado avanzada para entenderla o ejecutarla y su filosofía muy aburrida. Al final, lo único que nos dejaron fue una pequeña fortuna a los que les rentábamos a nuestros niños para analizarlos por horas en sus juegos, travesuras, berrinches. Era increíble las cantidades de metales preciosos que daban a cambio de apreciar a nuestros pequeños en toda su inmaculada imperfección.
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1 comentario:
Ciertamente, hay algo que no cuadra, que no termina de caer. Por lo demás, me parece un bello relato, me gusta la sensación de no saber en dónde estoy parada y temer que el suelo se pueda mover. Ahora, amor mio, haz que el suelo tiemble, como bien sabes hacerlo.
¡¡Te amo!!
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