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Peludos, plumíferos o con escamas. Con cuatro patas, dos o que se arrastrasen por el piso. Mamíferos, anfibios, invertebrados, acéfalos, artrópodos. No importaba. Todos eran iguales y le asustaban tanto. Había ido ganando miedo a los animales, de todo tipo, en todas sus variantes, y cada día era más terrible, irracional. Y la criatura que más le asustaba, aquella con la que empezó el terror, era esa bestia extraña con la que se encontraba todas las mañanas en el espejo.
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2 comentarios:
Esa creatura especular también puebla hasta los confines mis pesadillas...
Me gusta. Puedo sentir, de algún modo, que te ha costado arrancar este cuentito de tus dedos. Pero ¡He aquí! y me gusta. Habría que temerle a los espejos, por que multiplican el número de los hombres, diría Borges. Te amo!!!
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