martes, febrero 09, 2010

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Cuando ellos llegaron, todos caímos rendidos ante ellos. Eran hermosos, sublimes, perfectos. Nunca supimos con claridad si provenían de las estrellas, del futuro, de otra dimensión. Sólo llegaron y creímos que cambiarían nuestras vidas para siempre con su tecnología y conocimientos. Eran impolutos desde su creación, seres hechos bajo diseño: Ingeniería genética y programación neural. Nada se comparaba con su magnificencia. Por supuesto les abrimos las puertas y llenaron al mundo de su presencia divina.

Hasta que nos aburrimos.

Con el tiempo sólo fueron parte del paisaje. Su tecnología resultó demasiado avanzada para entenderla o ejecutarla y su filosofía muy aburrida. Al final, lo único que nos dejaron fue una pequeña fortuna a los que les rentábamos a nuestros niños para analizarlos por horas en sus juegos, travesuras, berrinches. Era increíble las cantidades de metales preciosos que daban a cambio de apreciar a nuestros pequeños en toda su inmaculada imperfección.
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1 comentario:

Maya dijo...

Ciertamente, hay algo que no cuadra, que no termina de caer. Por lo demás, me parece un bello relato, me gusta la sensación de no saber en dónde estoy parada y temer que el suelo se pueda mover. Ahora, amor mio, haz que el suelo tiemble, como bien sabes hacerlo.

¡¡Te amo!!