lunes, febrero 15, 2010

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Peludos, plumíferos o con escamas. Con cuatro patas, dos o que se arrastrasen por el piso. Mamíferos, anfibios, invertebrados, acéfalos, artrópodos. No importaba. Todos eran iguales y le asustaban tanto. Había ido ganando miedo a los animales, de todo tipo, en todas sus variantes, y cada día era más terrible, irracional. Y la criatura que más le asustaba, aquella con la que empezó el terror, era esa bestia extraña con la que se encontraba todas las mañanas en el espejo.
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2 comentarios:

Karla dijo...

Esa creatura especular también puebla hasta los confines mis pesadillas...

Maya dijo...

Me gusta. Puedo sentir, de algún modo, que te ha costado arrancar este cuentito de tus dedos. Pero ¡He aquí! y me gusta. Habría que temerle a los espejos, por que multiplican el número de los hombres, diría Borges. Te amo!!!